Cuando piensas que toda la gente que
te rodea es gilipollas quizá el único/a gilipollas eres tú. Piénsalo. Es duro.
Pero probable. Muy probable.
¿Todo el mundo va a estar en nuestra
contra siempre? Obviamente no. ¿Y qué
ocurre cuando lo está? Se equivocan, ¿no? Nosotros/as no podemos equivocarnos.
El error parte siempre del resto. Nosotros/as
somos geniales. No nos equivocamos.
¿Por qué muchas veces cuesta tanto
hacer autocrítica? ¿Por qué muchas veces cuesta tanto aceptar críticas – o por
qué las tomamos siempre como si nos condenasen al paredón-? ¿Por qué cuesta tanto dejar atrás ese maldito
orgullo que a lo único que nos invita es a la negación de alternativas?
Hace unos días mi hermana cumplió
años y le regalé un libro titulado Inteligencia
emocional de Daniel Goleman. No he tenido el placer de leerlo todavía, ya
que la elección de éste fue fruto de una recomendación fortuita. Reseñando un poco
sobre la información recibida del libro, diré que destaca la importancia en el
control de las emociones. Todos/as, o la
gran mayoría, sabemos qué es la inteligencia emocional y a grosso modo es, como
comentaba, la capacidad de medir y controlar las emociones de manera racional,
dejando las pasiones aparte; es decir, aplicar la inteligencia sobre las
emociones.
La inteligencia emocional es un
factor clave en el comportamiento humano tanto a nivel individual como a nivel
colectivo puesto que la misma condiciona nuestra relación con el resto. Nos
permite, por tanto, desarrollar la autocrítica, el autocontrol, la empatía y un
mejor conocimiento de nosotros/as mismos/as.
Vuelvo a las cuestiones previamente
planteadas: ¿por qué muchas veces cuesta tanto hacer autocrítica? Porque hay
emociones que ciegan la razón; ¿por qué cuesta aceptar críticas? Porque hay
emociones que ciegan la razón; por último, ¿por qué cuesta tanto dejar atrás el
orgullo? Porque nos ciega.
¿Cómo combatir el orgullo? Pausa,
tiempo, reflexión. Las decisiones y respuestas en caliente no suelen ser las
mejores. Dependerá de las situaciones, claro. Pero podremos entrenar nuestras
emociones. La inteligencia emocional, al contrario que la intelectual, puede
desarrollarse. Solo es necesario cambiar el chip.
Comprender que nuestra verdad es
simplemente nuestra, que es relativa.
Comprender que habrá gente que quiera hacerte daño y que también habrá gente
que quiera ayudarte. Comprender por qué esa gente quiere hacerte daño. Entender
que, quizá, no es tanto el daño que quieren o parece que quieren hacerte sino
que es su orgullo y, entonces, debes invitarles a que hagan una pausa, tomen un
tiempo y reflexionen. Las decisiones y respuestas en caliente no suelen ser las
mejores.
En el acuerdo suele estar la solución.
Frente a la intransigencia, inteligencia.
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