Quiero
dedicar la entrada al discurso de despedida de José Mujica, futuro expresidente
uruguayo. Un gran ejemplo de cómo debería llevarse la vida política.
Destaco,
del vídeo que os dejo, esta parte:
“En una lucha
entre el egoísmo natural que llevamos adentro y que nos lo puso la naturaleza
para defender nuestra vida y la vida del núcleo familiar que nos rodea. Y esa
lucha con la otra gran fuerza: la solidaridad. Una disputa permanente entre
egoísmo y solidaridad. Sepamos, La solidaridad es la defensa en el largo plazo
de la especie. El egoísmo, la necesidad como instrumento para defender nuestra
vida y la de nuestros seres queridos.”
Vivimos
en un mundo dominado por una lucha continua entre los intereses individuales y
los colectivos. Es un mundo donde se deja poco espacio al desarrollo de cada
persona y donde si quieres sobrevivir, que no vivir dignamente, tienes que
entrar a jugar una partida de cartas sin que te gusten los juegos de azar. La
única manera de que el sistema se sostenga es mantener alienada y separada a la
población, es decir, hay que transformar la conciencia para que creamos que ésta
es la única forma de subsistencia. O tú o
yo. Y desgraciadamente el grande gana al pequeño.
Es
un mundo individualizado donde no todos/as tenemos las mismas oportunidades de
partida. Este hecho nos obliga a pensar exclusivamente en nosotros/as mismos/as.
Este hecho condiciona la mayoría de las decisiones que tomamos a lo largo de
nuestra vida. Nos obliga a vivir en un estado de vigilia continuo donde
el enemigo es cualquiera que se ponga entre nosotros/as y nuestros objetivos.
Nos condiciona a desempeñar tareas o funciones, haciendo que no te quede otra
cosa que aceptar –de manera inconsciente muchas veces- ser una pieza más, un
engranaje que permita a la rueda seguir girando.
También
es un mundo donde las finanzas globales se antepusieron al hombre y a la mujer.
A la vida. Es por eso que es completamente imprescindible que los pueblos, la
inmensa mayoría de las personas que conforman este mundo, hablen. Y que se escuche
qué tienen que decir. Dicen vida. Dicen dignidad.
El
problema es que este sistema intenta dejarlo todo atado. Las posibilidades de
subversión y de cambio son pequeñas. Bastante tenemos con pensar en vivir
nosotros/as mismos/as, en cómo viven nuestras familias, en cómo viven nuestros
amigos/as. Además, ¿para qué? El grande gana, el pequeño pierde. Es ley de
vida. ¿Para qué luchar por la derrota?
Destaco
también esta parte del discurso de Pepe:
“Que la lucha
que se pierde es la que se abandona. […] También, querido pueblo, saber que no
hay ningún final sino el camino mismo y que muchos otros arrimarán lo suyo y
continuarán el camino de luchas.”
Hagámonos
grandes. Hagamos camino. Digamos, esta vez en igualdad de condiciones, o tú o yo. Y que gane la vida.
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