martes, 13 de enero de 2015

Un pueblo, una provincia, una región, un país, un continente, un planeta.

Un pueblo, una provincia, una región, un país, un continente, un planeta. Soy de mi pueblo, de mi tierra, de Villarrobledo; también de Albacete y de Castilla-La Mancha; de España y de Europa. Soy hijo de la Tierra. En ese orden y en el inverso, también salteado. Todos/as lo somos. Por eso, por tener esas raíces en mi querida tierra y querer devolverle aquello que me ha otorgado, busco lo mejor para ella. O, mejor dicho, lo que considero que es mejor para ella.

Los/as que me conozcáis un poco sabréis cómo pienso. No me corto a la hora de expresar o defender mis ideas en público y trato de ser muy fiel a mis convicciones. A veces esto puede dar lugar a situaciones un poco tensas, pero siempre estoy dispuesto a limar asperezas y no tengo problema en corregir lo que afirmo o niego si en algún momento me doy cuenta de que mis premisas son erróneas. Para mí la verdad absoluta no existe y por eso puedo llegar a contradecirme. Las contradicciones no tienen por qué ser malas, las considero como parte de una evolución constante en el aprendizaje y surgen con el diálogo y la reflexión, dando lugar a escenarios desconocidos que no habrían aparecido si siempre llevamos puestas las anteojeras.

Ésta va a ser la primera entrada sobre política del blog y, cómo no, va a hablar de ese nuevo fenómeno en el panorama político nacional, amado y odiado, que se llama Podemos. Voy a hablar de lo que considero que es mejor para mi tierra.

A muy grosso modo, para algunos/as Podemos es un saco de mierda apátrida que lo único que busca es sembrar el pánico en los mercados financieros y destruir lo poco que queda de la economía española. Para otros/as es la panacea, ese elixir de la vida eterna que nos sacará de una sociedad enfermiza en la que hay un cáncer plagado de caciquismo, clientelismo, malas praxis, egoísmo e individualismo. 

Probablemente, no sea ni una cosa ni la otra, al menos no en su totalidad. Se dice que a cada generación le toca enfrentarse a sus desafíos y a la nuestra le toca asistir y participar en el nacimiento de una nueva democracia nacional más transparente, más justa y más social. Podemos no es más que una herramienta política que aglutina un descontento generalizado y que redirige el mismo a construir una nueva mayoría social, generando un nuevo escenario político que permitirá sentar las bases de un nuevo tipo de sociedad donde la dignidad no sea mercantilizada. 

En el corto plazo, la senda económica de un país no puede ser cambiada de manera brusca, puesto que produciría rechazo en un mundo globalizado. Se podrán paralizar los desahucios, se podrá asegurar la existencia material de aquellos/as que no puedan hacerlo por sí solos/as y se intentará poner remedio a las últimas olas liberalizadoras que asolan nuestra tierra. Eso, lógicamente, es crucial y una solución rápida para una parte  de la población  tremendamente perjudicada. Pero para mí, lo más importante está en el horizonte a medio y largo plazo, cuando los cimientos basados en la justicia social ya estén sentados y cada vez más gente, con la misma ilusión, sea la que dé el paso de levantar las paredes y poner el tejado. 

Como dice el refranero popular, de lo que se siembra se recoge. Sembremos la semilla de una sociedad justa. Todos/as juntos/as podemos.