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lunes, 2 de marzo de 2015

Pepe Mujica

Quiero dedicar la entrada al discurso de despedida de José Mujica, futuro expresidente uruguayo. Un gran ejemplo de cómo debería llevarse la vida política.

Destaco, del vídeo que os dejo, esta parte:
“En una lucha entre el egoísmo natural que llevamos adentro y que nos lo puso la naturaleza para defender nuestra vida y la vida del núcleo familiar que nos rodea. Y esa lucha con la otra gran fuerza: la solidaridad. Una disputa permanente entre egoísmo y solidaridad. Sepamos, La solidaridad es la defensa en el largo plazo de la especie. El egoísmo, la necesidad como instrumento para defender nuestra vida y la de nuestros seres queridos.”

Vivimos en un mundo dominado por una lucha continua entre los intereses individuales y los colectivos. Es un mundo donde se deja poco espacio al desarrollo de cada persona y donde si quieres sobrevivir, que no vivir dignamente, tienes que entrar a jugar una partida de cartas sin que te gusten los juegos de azar. La única manera de que el sistema se sostenga es mantener alienada y separada a la población, es decir, hay que transformar la conciencia para que creamos que ésta es la única forma de subsistencia. O tú o yo. Y desgraciadamente el grande gana al pequeño.

Es un mundo individualizado donde no todos/as tenemos las mismas oportunidades de partida. Este hecho nos obliga a pensar exclusivamente en nosotros/as mismos/as. Este hecho condiciona la mayoría de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida. Nos obliga a vivir en un estado de vigilia continuo donde el enemigo es cualquiera que se ponga entre nosotros/as y nuestros objetivos. Nos condiciona a desempeñar tareas o funciones, haciendo que no te quede otra cosa que aceptar –de manera inconsciente muchas veces- ser una pieza más, un engranaje que permita a la rueda seguir girando.

También es un mundo donde las finanzas globales se antepusieron al hombre y a la mujer. A la vida. Es por eso que es completamente imprescindible que los pueblos, la inmensa mayoría de las personas que conforman este mundo, hablen. Y que se escuche qué tienen que decir. Dicen vida. Dicen dignidad.

El problema es que este sistema intenta dejarlo todo atado. Las posibilidades de subversión y de cambio son pequeñas. Bastante tenemos con pensar en vivir nosotros/as mismos/as, en cómo viven nuestras familias, en cómo viven nuestros amigos/as. Además, ¿para qué? El grande gana, el pequeño pierde. Es ley de vida. ¿Para qué luchar por la derrota?

Destaco también esta parte del discurso de Pepe:
“Que la lucha que se pierde es la que se abandona. […] También, querido pueblo, saber que no hay ningún final sino el camino mismo y que muchos otros arrimarán lo suyo y continuarán el camino de luchas.”

Hagámonos grandes. Hagamos camino. Digamos, esta vez en igualdad de condiciones, o tú o yo. Y que gane la vida.


lunes, 22 de diciembre de 2014

Cuando piensas que toda la gente que te rodea es gilipollas quizá el único/a gilipollas eres tú

             Cuando piensas que toda la gente que te rodea es gilipollas quizá el único/a gilipollas eres tú. Piénsalo. Es duro. Pero probable. Muy probable. 

            ¿Todo el mundo va a estar en nuestra contra siempre?  Obviamente no. ¿Y qué ocurre cuando lo está? Se equivocan, ¿no? Nosotros/as no podemos equivocarnos. El error parte siempre del resto. Nosotros/as somos geniales. No nos equivocamos.

            ¿Por qué muchas veces cuesta tanto hacer autocrítica? ¿Por qué muchas veces cuesta tanto aceptar críticas – o por qué las tomamos siempre como si nos condenasen al paredón-?  ¿Por qué cuesta tanto dejar atrás ese maldito orgullo que a lo único que nos invita es a la negación de alternativas?

            Hace unos días mi hermana cumplió años y le regalé un libro titulado Inteligencia emocional de Daniel Goleman. No he tenido el placer de leerlo todavía, ya que la elección de éste fue fruto de una recomendación fortuita. Reseñando un poco sobre la información recibida del libro, diré que destaca la importancia en el control de las emociones. Todos/as, o la gran mayoría, sabemos qué es la inteligencia emocional y a grosso modo es, como comentaba, la capacidad de medir y controlar las emociones de manera racional, dejando las pasiones aparte; es decir, aplicar la inteligencia sobre las emociones.

            La inteligencia emocional es un factor clave en el comportamiento humano tanto a nivel individual como a nivel colectivo puesto que la misma condiciona nuestra relación con el resto. Nos permite, por tanto, desarrollar la autocrítica, el autocontrol, la empatía y un mejor conocimiento de nosotros/as mismos/as.

            Vuelvo a las cuestiones previamente planteadas: ¿por qué muchas veces cuesta tanto hacer autocrítica? Porque hay emociones que ciegan la razón; ¿por qué cuesta aceptar críticas? Porque hay emociones que ciegan la razón; por último, ¿por qué cuesta tanto dejar atrás el orgullo? Porque nos ciega.

            ¿Cómo combatir el orgullo? Pausa, tiempo, reflexión. Las decisiones y respuestas en caliente no suelen ser las mejores. Dependerá de las situaciones, claro. Pero podremos entrenar nuestras emociones. La inteligencia emocional, al contrario que la intelectual, puede desarrollarse. Solo es necesario cambiar el chip. Comprender que nuestra verdad es simplemente nuestra, que es relativa. Comprender que habrá gente que quiera hacerte daño y que también habrá gente que quiera ayudarte. Comprender por qué esa gente quiere hacerte daño. Entender que, quizá, no es tanto el daño que quieren o parece que quieren hacerte sino que es su orgullo y, entonces, debes invitarles a que hagan una pausa, tomen un tiempo y reflexionen. Las decisiones y respuestas en caliente no suelen ser las mejores.

            En el acuerdo suele estar la solución. Frente a la intransigencia, inteligencia.